Las cartas de colores son un ejemplo extraordinario de la imperfección del lenguaje hablado o escrito que usamos habitualmente. Este lenguaje inteligente del que estamos tan absurdamente orgullosos, es absolutamente incapaz de describir el color de un árbol en otoño, pero también es incapaz de definir el color de una yema de huevo.
Los granjeros saben bien que el color de la yema del huevo es apreciado en el mercado como signo de calidad, pero si el color es demasiado pajizo o demasiado rojizo el consumidor no queda satisfecho.
Para mejorar el entendimiento ha sido necesario establecer unos modelos de colores “oficiales” que permiten situar el tono y color requerido mediante un número. De esta forma y mediante el antiguo método de prueba y error, el fabricante del pienso puede confeccionar su fórmula con más o menos carotenos para que la gallina asimile la pigmentación adecuada.
El problema del huevo es un problema sencillo ya que solo definimos una veintena de amarillos distintos, pero hay muchos mas colores que definir, y muchas aplicaciones concretas han desarrollado sus cartas de colores.
Sin estas cartas de colores, y a veces incluso con ellas, los diálogos entre pintores, o publicistas, serian auténticas discusiones entre seres que están absolutamente seguros de ver las cosas de un color distinto al color que las ven los demás.
Y los colores deben reirse de nosotros tanto como los animales de la carta de ajuste.
Si los colores pudieran tomar vida y utilizar un lenguaje como el nuestro, estarían condenados a la locura, a la incomprensión permanente o quizás al más absurdo de los entendimientos.
El color Verde sería capaz de explicar la belleza de un valle en primavera, pero solo el Azul podría entender el cielo y el mar. El cielo, el mar y los troncos de los árboles estarían fuera del umbral del color Verde y por lo tanto su dialogo con el Azul solo podría progresar a base de mucha fé. Los colores por su propia definición pueden ser conscientes de las diferencias de umbral entre Verde y Azul, pero a los humanos, cuando nos encontramos con alguien que ve las cosas de distinto color, no se nos ocurre que haya una diferencia de umbral, solo nos vienen a la mente palabras como sordo, burriciego, etc.
Quizás, si fuéramos capaces de admitir las distintas formas de ver las cosas y fuéramos capaces de sumarlas, podríamos alcanzar una visión de la realidad más ajustada, más completa, con umbrales más amplios... Pero con este lenguaje imperfecto será difícil entenderse...
Si creemos que hemos entendido esto empezaremos a ser capaces de entender el dialogo entre un veterinario y un automovilista hablando de gatos. Pero seguiremos sin entender otras paradojas del “color del cristal con que se mira”.
Las cosas entre los colores no son necesariamente como las hemos descrito, quizás el color verde explicaría todos los colores como graduaciones y tonos de su propio verde y el azul lo entendería perfectamente, aunque en términos absolutamente azules. y por lo tanto la situación sería más grave ya que, creyéndose en un estado de perfecta comprensión, estarían hablando de realidades absolutamente dispares o quizás solo distorsionadas por su forma de ver las cosas. El que no comprende a otro tiene un problema difícil de resolver, pero el que ignora su falta de comprensión, ignora la existencia del problema, y si encontrar una respuesta acertada entraña dificultad, mucho mas difícil será plantearse la pregunta adecuada.
El Capitán de barco y el Pastor nómada de Malí sentados frente aun vaso de agua en una cafetería de Madrid discuten sobre la importancia del agua en la vida cotidiana. Parecen estar de acuerdo y su diferencia cultural no les impide coincidir en la importancia del agua..., hasta que el capitán evoca el delicioso olor a sal...
Muchas veces nos comportamos como si tuvieramos las limitaciones de los colores personificados anteriormente y decimos que no nos podemos entender, o llegamos al absurdo de creer que lo entendemos todo, mientras vemos las cosas como creemos que son y encima nos creemos que los demás ven lo mismo que nosotros... pobres infelices, ¡Ay! si los colores hablaran...
Eh, eh, que sí,... que los colores hablan, que nos transmiten mensajes!!!
En esto están de acuerdo psicólogos, médicos y publicistas. El color Verde evoca sentimientos de esperanza, el Rojo excita e incita al desarrollo de las pasiones, etc. Pero los matices son tan ricos como nuestro lenguaje lo permite.
Los colores tienen su temperatura ¿un buen azul puede ser frío como el hielo? y también su sabor, ¿un rosa pastel será demasiado empalagoso?.
Aplicados con gracia sobre una bandera pueden evocar desde la revolución rusa hasta las selvas del Brasil. Sobre una corbata transmiten el talante del ejecutivo y el humor con el que se ha saltado de la cama por la mañana. Sobre el rostro de una mujer, nos hablan de su salud, de sus mentiras escondidas o de sus deseos de impresionarnos.
Quizás deberíamos atender más al lenguaje de los colores cuando queramos entender a alguien.
Los animales pueden contarnos muchas utilidades de ese lenguaje, desde el discreto color del camaleón, hasta el rojo y negro que emerge de la boca de un león cuando le sacamos de la cama...
Dice Irene que estos colores se llaman aposemáticos porque señalan el peligro, como el negro y amarillo de las avispas o de los taxis de Barcelona.
Una vez más un espacio en blanco puede evocar imágenes más adecuadas que las que permite mi óptica y este impreciso lenguaje.
Para mejorar el entendimiento ha sido necesario establecer unos modelos de colores “oficiales” que permiten situar el tono y color requerido mediante un número. De esta forma y mediante el antiguo método de prueba y error, el fabricante del pienso puede confeccionar su fórmula con más o menos carotenos para que la gallina asimile la pigmentación adecuada.
El problema del huevo es un problema sencillo ya que solo definimos una veintena de amarillos distintos, pero hay muchos mas colores que definir, y muchas aplicaciones concretas han desarrollado sus cartas de colores.
Sin estas cartas de colores, y a veces incluso con ellas, los diálogos entre pintores, o publicistas, serian auténticas discusiones entre seres que están absolutamente seguros de ver las cosas de un color distinto al color que las ven los demás.
Y los colores deben reirse de nosotros tanto como los animales de la carta de ajuste.
Si los colores pudieran tomar vida y utilizar un lenguaje como el nuestro, estarían condenados a la locura, a la incomprensión permanente o quizás al más absurdo de los entendimientos.
El color Verde sería capaz de explicar la belleza de un valle en primavera, pero solo el Azul podría entender el cielo y el mar. El cielo, el mar y los troncos de los árboles estarían fuera del umbral del color Verde y por lo tanto su dialogo con el Azul solo podría progresar a base de mucha fé. Los colores por su propia definición pueden ser conscientes de las diferencias de umbral entre Verde y Azul, pero a los humanos, cuando nos encontramos con alguien que ve las cosas de distinto color, no se nos ocurre que haya una diferencia de umbral, solo nos vienen a la mente palabras como sordo, burriciego, etc.
Quizás, si fuéramos capaces de admitir las distintas formas de ver las cosas y fuéramos capaces de sumarlas, podríamos alcanzar una visión de la realidad más ajustada, más completa, con umbrales más amplios... Pero con este lenguaje imperfecto será difícil entenderse...
Si creemos que hemos entendido esto empezaremos a ser capaces de entender el dialogo entre un veterinario y un automovilista hablando de gatos. Pero seguiremos sin entender otras paradojas del “color del cristal con que se mira”.
Las cosas entre los colores no son necesariamente como las hemos descrito, quizás el color verde explicaría todos los colores como graduaciones y tonos de su propio verde y el azul lo entendería perfectamente, aunque en términos absolutamente azules. y por lo tanto la situación sería más grave ya que, creyéndose en un estado de perfecta comprensión, estarían hablando de realidades absolutamente dispares o quizás solo distorsionadas por su forma de ver las cosas. El que no comprende a otro tiene un problema difícil de resolver, pero el que ignora su falta de comprensión, ignora la existencia del problema, y si encontrar una respuesta acertada entraña dificultad, mucho mas difícil será plantearse la pregunta adecuada.
El Capitán de barco y el Pastor nómada de Malí sentados frente aun vaso de agua en una cafetería de Madrid discuten sobre la importancia del agua en la vida cotidiana. Parecen estar de acuerdo y su diferencia cultural no les impide coincidir en la importancia del agua..., hasta que el capitán evoca el delicioso olor a sal...
Muchas veces nos comportamos como si tuvieramos las limitaciones de los colores personificados anteriormente y decimos que no nos podemos entender, o llegamos al absurdo de creer que lo entendemos todo, mientras vemos las cosas como creemos que son y encima nos creemos que los demás ven lo mismo que nosotros... pobres infelices, ¡Ay! si los colores hablaran...
Eh, eh, que sí,... que los colores hablan, que nos transmiten mensajes!!!
En esto están de acuerdo psicólogos, médicos y publicistas. El color Verde evoca sentimientos de esperanza, el Rojo excita e incita al desarrollo de las pasiones, etc. Pero los matices son tan ricos como nuestro lenguaje lo permite.
Los colores tienen su temperatura ¿un buen azul puede ser frío como el hielo? y también su sabor, ¿un rosa pastel será demasiado empalagoso?.
Aplicados con gracia sobre una bandera pueden evocar desde la revolución rusa hasta las selvas del Brasil. Sobre una corbata transmiten el talante del ejecutivo y el humor con el que se ha saltado de la cama por la mañana. Sobre el rostro de una mujer, nos hablan de su salud, de sus mentiras escondidas o de sus deseos de impresionarnos.
Quizás deberíamos atender más al lenguaje de los colores cuando queramos entender a alguien.
Los animales pueden contarnos muchas utilidades de ese lenguaje, desde el discreto color del camaleón, hasta el rojo y negro que emerge de la boca de un león cuando le sacamos de la cama...
Dice Irene que estos colores se llaman aposemáticos porque señalan el peligro, como el negro y amarillo de las avispas o de los taxis de Barcelona.
Una vez más un espacio en blanco puede evocar imágenes más adecuadas que las que permite mi óptica y este impreciso lenguaje.