La carta de ajuste es un maravilloso invento de los primeros tiempos de la televisión, creada con el objetivo de facilitar la adecuada recepción del mensaje entre emisor y receptor.
Del mismo modo quiero con esta carta ajustar el tono del mensaje para que la comunicación con el lector sea lo más clara posible. Para ello es conveniente bajar el volumen y encontrar un tono confidencial como el que utilizan un par de amigos charlando en casa después de cenar mientras los niños duermen y la televisión enmudece.
El tono realza más los agudos que los graves y no hace falta hacer maravillas con el ecualizador, pues la sintonización debe ser natural y no hace falta cortar las estridencias que a veces aparecen. Es el tono coloquial que se usa para compartir experiencias de la vida de cada día sin necesidad de recurrir a los discursos, ni a los libros, pero sin quedarse en la superficie de las cosas.
En algunos momentos pueden sintonizarse susurros al oído, pero no están proscritos los chistes, ni las risas, ni los comentarios acerca de lo bueno que está el café, igual que no lo están los momentos emotivos, los serios y los trascendentes.
Los amigos frente a un café saben hablar de cosas serias y hacer observaciones graciosas, sin necesidad de separar unas de otras y del mismo modo podemos mezclar en estas cartas las cosas de la vida, con la vida de las cosas sin necesidad de regirnos por los serios patrones de la prosa clásica.
No se trata de profundizar como expertos en el tema, ni de pasar por encima de forma banal, sino de descubrir su existencia, sacarlo a la superficie, darnos cuenta de que está ahí, y que cada uno vea lo que quiera ver.
Quizás sea suficiente con marcar las boyas que delimitan el lugar de un hallazgo en medio del mar. Esto es suficiente para que quien lo considere interesante pueda guardar el punto de referencia en el recuerdo para volver con mejor equipo a sumergirse y buscar el fondo de las cosas.
Como en el inmenso mar, los puntos de interés están distribuidos sin lógica aparente y es posible encontrar un galeón Español a escasa distancia del Titanic y por lo tanto el orden en que se expresan las ideas puede parecer inconexo si no atendemos a la carta de ajuste y asumimos que se trata de vaciar el contenido de un cerebro por el clásico método -aplicado en química- de la decantación. Se trata de vaciarlo despacio sobre estas cartas sin remover el poso, sin exprimir el limón, es una expresión natural, con el pan de todos los días, las ideas brillantes y sus espacios en blanco, todo en orden de caída.
El balance puede situarse en el justo término medio de un estéreo perfecto que permite la doble lectura con izquierda y derecha, con agudos y graves, distintos pero simultáneos.
La comunicación depende de muchos factores y permite distintas lecturas. Las ideas leídas dependen del texto escrito y de lo que quiere expresar el autor, pero también y en igual medida de lo que quiere leer el lector, del momento en que se lee y del ambiente, la luz y las experiencias vividas antes de la lectura, durante la misma y a veces incluso las que se viven en el futuro modifican el recuerdo de lo leído.
Hay muchas formas de ver las cosas, el vaso medio lleno o medio vacío es un ejemplo típico, pero hay muchos más puntos de vista; con los ojos de un humano normal podemos ver millones de colores, que no son más que la interpretación que hacemos del espectro de luz reflejado por un objeto y según dicen algunos científicos el color que no vemos es el que absorbe el objeto, es decir el del mismo objeto.
Pero el ojo humano no es capaz de ver por encima del umbral del ultravioleta y allí está lleno de colores que no vemos y que probablemente no imaginamos. Todos estamos llenos de limitaciones y para comprender el mundo que nos rodea solemos utilizar imperfectas herramientas de visión, oído, olfato, tacto o gusto sin darnos cuenta que los umbrales que nos limitan son extraordinariamente estrechos.
Pero aún hay más, hemos citado cinco sentidos clásicos porqué no tenemos explicaciones convincentes para entrar en el terreno de la telepatía, de la comunicación no verbal que usamos inconscientemente con pequeños movimientos musculares de la cara que transmiten alegría, desprecio y sentimientos de todo tipo, o de las posiciones relativas a nuestro interlocutor o a las cosas que nos rodean que de una forma sutil delatan algo sobre nuestros pensamientos y preferencias.
Todo esto viene a cuento para justificar la necesidad y las limitaciones de la propia carta de ajuste. El lenguaje humano es absolutamente incapaz de transmitir nuestros pensamientos con fidelidad, y cuando se trata de lenguaje escrito, debo considerar que estamos en la edad de piedra.
La distancia entre lo que desearía transmitir cualquier autor y lo que es capaz de asumir el lector puede ser enorme. No es solo que una coma mal escrita, mal impresa o mal leída, pueda cambiar el significado de una obra -”Señor, muerto está, tarde llegamos” ó “Señor muerto, esta tarde llegamos”- El tema es mucho más grave, lo normal es que cualquier texto escrito produzca en la mente del lector cambios y reacciones que van más allá de la mera lectura-reproductora, lo normal es que ejerzamos un estilo de lectura-interpretativa que el autor no puede ni soñar ni imaginar.
Así cuando entramos en el terreno de unas cartas en que emisor y destinatario no tienen otro punto de referencia para conocerse y comunicarse que las propias cartas parece que la comunicación va a ser difícil. Pero la realidad es distinta cuando valoramos la enorme capacidad del lector para ejercer la lectura-interpretativa que enriquece sobremanera el lenguaje escrito y personaliza la interpretación sin necesidad de hacer ninguna exégesis metódica, sino simplemente disfrutando de las imágenes mentales que evoca la misma.
Hay más formas de ver la vida. Un gusano bidimensional viviendo en esta hoja de papel es absolutamente incapaz de ver en mí nada que vaya mas allá que una recta en el horizonte de la hoja. Es incapaz de imaginar nada por encima o por debajo, para el solo existe derecha, izquierda, delante y detrás, Pero incluso el gusano bidimensional tiene una enorme perspectiva si lo comparamos con sus parásitos puntos unidimensionales, que son absolutamente incapaces de entender un adelantamiento porque su única dimensión no les permite desarrollar el concepto de derecha e izquierda.
No sé hasta que punto hay algunos animales que se ríen de nosotros cuando nos oyen hablar y nos ven escribir como seres inteligentes, mientras ellos logran entenderse directamente sin necesidad de ordenadores, lápices o palabras con doble sentido. Y lo mas importante, logran ENTENDERSE sin guerras, sin divorcios y con una precisión aparente que la ciencia no es capaz de explicar.
Los ejemplos son tantos y tan elocuentes que unas lineas en blanco pueden ser más evocadoras que cualquier explicación en prosa.
Del mismo modo quiero con esta carta ajustar el tono del mensaje para que la comunicación con el lector sea lo más clara posible. Para ello es conveniente bajar el volumen y encontrar un tono confidencial como el que utilizan un par de amigos charlando en casa después de cenar mientras los niños duermen y la televisión enmudece.
El tono realza más los agudos que los graves y no hace falta hacer maravillas con el ecualizador, pues la sintonización debe ser natural y no hace falta cortar las estridencias que a veces aparecen. Es el tono coloquial que se usa para compartir experiencias de la vida de cada día sin necesidad de recurrir a los discursos, ni a los libros, pero sin quedarse en la superficie de las cosas.
En algunos momentos pueden sintonizarse susurros al oído, pero no están proscritos los chistes, ni las risas, ni los comentarios acerca de lo bueno que está el café, igual que no lo están los momentos emotivos, los serios y los trascendentes.
Los amigos frente a un café saben hablar de cosas serias y hacer observaciones graciosas, sin necesidad de separar unas de otras y del mismo modo podemos mezclar en estas cartas las cosas de la vida, con la vida de las cosas sin necesidad de regirnos por los serios patrones de la prosa clásica.
No se trata de profundizar como expertos en el tema, ni de pasar por encima de forma banal, sino de descubrir su existencia, sacarlo a la superficie, darnos cuenta de que está ahí, y que cada uno vea lo que quiera ver.
Quizás sea suficiente con marcar las boyas que delimitan el lugar de un hallazgo en medio del mar. Esto es suficiente para que quien lo considere interesante pueda guardar el punto de referencia en el recuerdo para volver con mejor equipo a sumergirse y buscar el fondo de las cosas.
Como en el inmenso mar, los puntos de interés están distribuidos sin lógica aparente y es posible encontrar un galeón Español a escasa distancia del Titanic y por lo tanto el orden en que se expresan las ideas puede parecer inconexo si no atendemos a la carta de ajuste y asumimos que se trata de vaciar el contenido de un cerebro por el clásico método -aplicado en química- de la decantación. Se trata de vaciarlo despacio sobre estas cartas sin remover el poso, sin exprimir el limón, es una expresión natural, con el pan de todos los días, las ideas brillantes y sus espacios en blanco, todo en orden de caída.
El balance puede situarse en el justo término medio de un estéreo perfecto que permite la doble lectura con izquierda y derecha, con agudos y graves, distintos pero simultáneos.
La comunicación depende de muchos factores y permite distintas lecturas. Las ideas leídas dependen del texto escrito y de lo que quiere expresar el autor, pero también y en igual medida de lo que quiere leer el lector, del momento en que se lee y del ambiente, la luz y las experiencias vividas antes de la lectura, durante la misma y a veces incluso las que se viven en el futuro modifican el recuerdo de lo leído.
Hay muchas formas de ver las cosas, el vaso medio lleno o medio vacío es un ejemplo típico, pero hay muchos más puntos de vista; con los ojos de un humano normal podemos ver millones de colores, que no son más que la interpretación que hacemos del espectro de luz reflejado por un objeto y según dicen algunos científicos el color que no vemos es el que absorbe el objeto, es decir el del mismo objeto.
Pero el ojo humano no es capaz de ver por encima del umbral del ultravioleta y allí está lleno de colores que no vemos y que probablemente no imaginamos. Todos estamos llenos de limitaciones y para comprender el mundo que nos rodea solemos utilizar imperfectas herramientas de visión, oído, olfato, tacto o gusto sin darnos cuenta que los umbrales que nos limitan son extraordinariamente estrechos.
Pero aún hay más, hemos citado cinco sentidos clásicos porqué no tenemos explicaciones convincentes para entrar en el terreno de la telepatía, de la comunicación no verbal que usamos inconscientemente con pequeños movimientos musculares de la cara que transmiten alegría, desprecio y sentimientos de todo tipo, o de las posiciones relativas a nuestro interlocutor o a las cosas que nos rodean que de una forma sutil delatan algo sobre nuestros pensamientos y preferencias.
Todo esto viene a cuento para justificar la necesidad y las limitaciones de la propia carta de ajuste. El lenguaje humano es absolutamente incapaz de transmitir nuestros pensamientos con fidelidad, y cuando se trata de lenguaje escrito, debo considerar que estamos en la edad de piedra.
La distancia entre lo que desearía transmitir cualquier autor y lo que es capaz de asumir el lector puede ser enorme. No es solo que una coma mal escrita, mal impresa o mal leída, pueda cambiar el significado de una obra -”Señor, muerto está, tarde llegamos” ó “Señor muerto, esta tarde llegamos”- El tema es mucho más grave, lo normal es que cualquier texto escrito produzca en la mente del lector cambios y reacciones que van más allá de la mera lectura-reproductora, lo normal es que ejerzamos un estilo de lectura-interpretativa que el autor no puede ni soñar ni imaginar.
Así cuando entramos en el terreno de unas cartas en que emisor y destinatario no tienen otro punto de referencia para conocerse y comunicarse que las propias cartas parece que la comunicación va a ser difícil. Pero la realidad es distinta cuando valoramos la enorme capacidad del lector para ejercer la lectura-interpretativa que enriquece sobremanera el lenguaje escrito y personaliza la interpretación sin necesidad de hacer ninguna exégesis metódica, sino simplemente disfrutando de las imágenes mentales que evoca la misma.
Hay más formas de ver la vida. Un gusano bidimensional viviendo en esta hoja de papel es absolutamente incapaz de ver en mí nada que vaya mas allá que una recta en el horizonte de la hoja. Es incapaz de imaginar nada por encima o por debajo, para el solo existe derecha, izquierda, delante y detrás, Pero incluso el gusano bidimensional tiene una enorme perspectiva si lo comparamos con sus parásitos puntos unidimensionales, que son absolutamente incapaces de entender un adelantamiento porque su única dimensión no les permite desarrollar el concepto de derecha e izquierda.
No sé hasta que punto hay algunos animales que se ríen de nosotros cuando nos oyen hablar y nos ven escribir como seres inteligentes, mientras ellos logran entenderse directamente sin necesidad de ordenadores, lápices o palabras con doble sentido. Y lo mas importante, logran ENTENDERSE sin guerras, sin divorcios y con una precisión aparente que la ciencia no es capaz de explicar.
Los ejemplos son tantos y tan elocuentes que unas lineas en blanco pueden ser más evocadoras que cualquier explicación en prosa.