Me sorprendo a mi mismo negando sistemáticamente Ia existencia del tiempo, del espacio y de todo aquelIo que convenimos tradicionalmente en que existe, y por ello me veo en la obligación de dejar de hablar de lo que no hay y empezar a afirmar Ia existencia de algo, porque a pesar de todo, algo debe de haber.
En el menú del día de los restaurantes baratos hay una relación corta pero real de lo que hay para comer, aunque hay gente que pide la carta donde figuran un montón de platos que no existen, o que podrían hacerse por encargo. Vamos a hablar del menú, de lo que hay, de lo que seguro que existe.
Estaba tentado de dejar de escribir y dejarlo aquí. Pero ya está bien de nihilismo.
Para mi es evidente que algo hay, aunque sólo sea por lo del "Cogito ergo sum''. Lo que pasa es que me niego a aceptar que eso sea como nos lo cuentan.
Estoy muy cerca de Platón en cuanto a que todo lo que percibimos no son mas que sombras de otra realidad a la que no tenemos acceso por la vla de los sentidos.
Estoy con los físicos en que la energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma en materia y viceversa, borrando de un plumazo cualquier diferencia esencial entre el calor y el queso o entre las partículas y las ondas asociadas.
Estoy con Krisnamurti en Ia idea de negar Ia imagen que uno tiene de uno mismo como cosa separada del otro.
Estoy con los que piensan que hay una mente superior con Ia que conectamos todos y a través de la que nos comunicamos, como los dedos de mi mano se comunican entre si a traves de mi cerebro. Y sobre esta última idea, veo con claridad que todo eso que percibimos no es mas que la expresión de esa mente superior. De ese Dios que esta en todas partes, porque la ubicuidad es norma universal, que es eterno porque el tiempo es una sombra mal interpretada, que es el absoluto porque nada esta fuera de el. Y entonces empiezo a entender que la iluminación consiste en darse cuenta de que todo y todos formamos parte de esa mente superior, de que todas las cosas y todas las personas no son mas que distintas expresiones de ese único Dios al que los hombres llenan de adjetivos y dan tantos nombres como intentos de explicar Ia realidad se hacen.
Unos Ie llaman Cristo, otros Ala, otros dicen que no es posible conocerle y se creen agnósticos y otros se llaman ateos porque simplemente aceptan el mundo tal como lo perciben. Pero en el fondo todos estamos de acuerdo en la existencia de algo que no comprendemos plenamente y eso que no comprendemos, lo incomprensible es exactamente lo que hay en el menú. Lo que esta disponible, lo que no hay que hacer a medida.
Y ahora que hemos pasado del nihilismo al mas absoluto panteísmo, podríamos planteamos que vamos a hacer con ello. Que vamos, a hacer con todo lo que existe. Que vamos a hacer con nuestra existencia, o quizás con ese resquicio minúsculo de autodeterminación que nos queda.
Cada uno es libre de hacer con ese minúsculo destello de libertad lo que quiera, pero a la vista de la poca importancia de las cosas y a la reducción del universo aun absurdo fractal en que los electrones dan vueltas a los átomos como los planetas a los astros y así sucesivamente hasta el límites todavía no conocidos por los científicos, solo una cosa puede erigirse en hilo conductor de Ia vida. El amor.
Pero ese amor lo entiendo como la forma esencial de expresión de ese Dios desconocido, que incluye el amor de la novia, de la madre, de Ia hermana, del amigo, del perro, de la belleza y de las ideas luminosas, pero que no se niega por la existencia natural de lo que creemos que es la muerte, el dolor, el sufrimiento y un sin fin de aberraciones que no son mas que sombras mal interpretadas.
Sabemos tan poco del mal como del tiempo o del espacio, y una vez hemos llegado al "sólo sé que no sé nada", quizás nos podemos dedicar a sembrar el amor y a disfrutar del mayor espectáculo jamas soñado.
La vida.