1 Enero 2012 Naciones Unidas

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2012 ¿y qué?

1 Enero 2012 Naciones Unidas


Al día siguiente no murió nadie, no es que Saramago hubiera vuelto, ni que la parca feneciera, sencillamente, nadie quiso morir el día que iba a cambiar el mundo. Uno de enero de 2012...

Al día siguiente no murió nadie, no es que Saramago hubiera vuelto, ni que la parca feneciera, sencillamente, nadie quiso morir el día que iba a cambiar el mundo. Uno de enero de 2012.

La situación era curiosamente insostenible, la crisis económica asolaba varios países, la tercera guerra mundial parecía la opción más sensata a ojos de la mitad de los dignatarios, Internet llevaba tal cantidad de información que ya nadie se sentía informado. El caos era norma en medio mundo mientras el otro medio miraba atónito las peregrinas reacciones de la gente de la política.   

En un intento de ganar algún tiempo mientras los preparativos para la guerra avanzaban en muchos despachos, se había convocado una Conferencia Extraordinaria de las Naciones Unidas sobre el nuevo orden mundial, bajo la excusa de agotar todos los recursos antes de lo inevitable.

Las Naciones Unidas habían cambiado mucho en los seis últimos años, desde aquel 13 de octubre de 2006  en que el recién nombrado Secretario General dijera aquello de “hemos emprendido la reforma más radical de la historia de la Organización”, Los estados miembros habían cedido algunos de sus poderes, la burocracia se simplificó, y sobre todo, las personas que participaban en todos los niveles de la Organización vivían sus acciones con una motivación digna de su responsabilidad histórica.

Nada más abrir la sesión, el Secretario General Ban Ki-moon en un discurso memorable convenció a los presentes y arrancó un aplauso unánime tras el cual cada país entreveía soluciones distintas, Una cosa estaba clara, aquel día iba a cambiar el mundo. La propuesta era crear un nuevo tipo de relaciones entre la Secretaría y los estados miembros. Un paso más en una trayectoria impecable.

Unas horas después, tras interminables conversaciones de pasillo adornadas por millones de intervenciones en Internet, Ban Ki-moon anunciaba su dimisión como Secretario General de Naciones Unidas y paradójicamente disponía del más extenso poder que un hombre hubiera gozado jamás. Todos los representantes de los 243 estados  habían  depositado su confianza en el hombre que renunció a su cargo, y con él a todos los poderes prebendas y compromisos con la única misión de escoger a su sucesor e iniciar una nueva etapa en la que los seres humanos podrían ser ciudadanos de Naciones Unidas, y los gobiernos estarían dispuestos a renegociar una a una todas sus leyes para dar cabida a los derechos y deberes de los nuevos ciudadanos del mundo. Estaba naciendo un nuevo modelo de estado transnacional amparado por la Asociación Mundial para el Desarrollo comprometida en los Objetivos del Milenio del año 2000.   únicamente el Vaticano quedó al margen de la votación, pues los otros estados y territorios auto organizados se habían sumado a Naciones Unidas gracias a la capacidad de Ban Ki-moon para encontrar “lo que nos une”.

Los gobiernos en crisis creyeron que la solución de Ban-Ki moon les iba a comprometer poco, pues el ya ex-Secretario General tenía un cheque en blanco con 243 firmas ilustres pero no había ningún Banco en el mundo donde ir a cobrar. El planeta estaba deshecho y la tercera guerra mundial nos llevaría igualmente a otro escenario… aunque de todas formas, la curiosidad para ver como ese coreano idealista se manejaba entre los tiburones con semejante cheque en el bolsillo mantuvo al planeta en paz.

Al día siguiente los humanos volvieron a morir, aunque ninguno de aburrimiento, Internet había llevado la noticia a todos los rincones y quien más quien menos hacia apuestas sobre lo que iba a durar Ban Ki-moon o cual sería el siguiente movimiento de tropas para prevenir la guerra. Las guerras todavía eran preventivas.

Ban Ki-moon presentó ante la Asamblea el primer esbozo de lo que representaba ser ciudadano de Naciones Unidas, una categoría de ser humano comprometido en hacer un mundo mejor más allá de los Estados Nacionales, un ser humano con derechos y deberes que todavía estaban por negociar con sus respectivos estados, y un ser humano que en el momento glorioso de su muerte cedería a Naciones Unidas todo su patrimonio.

El silenció se volvió interrogante las miradas de los jefes de estado reunidos en Asamblea extraordinaria de Naciones Unidas para evitar la tercera guerra mundial sólo podían preguntarse ¿y qué?

Le habían dado todo ese poder a un hombre que lo usaba para dimitir de su cargo y crear una categoría transnacional de ciudadanos que sólo tenían en común declararse comprometidos con un mundo mejor y declarar a Naciones Unidas heredero universal de todos sus bienes.
 
Parecía una broma, ¿ese hombre creía en serio que con una declaración de intenciones y una herencia se iba a cambiar el mundo? Solo unos pocos pudieron entrever la potencialidad de aquellas dos sencillas condiciones, en manos de una organización que vivía su responsabilidad histórica.

Y el mundo dejó de girar e internet se llenó de un enorme ¿y qué? La expectación siguió, la curiosidad paralizó a los ejércitos y los foros estuvieron llenos de ideas. Adivinos y estudiosos, agoreros e iluminados sacaron a la luz las más excéntricas predicciones, y entre tanto llegó el día de presentar al nuevo Secretario General de Naciones Unidas e instituirlo además en Presidente del nuevo estado transnacional.

Para su elección no hizo falta seguir el complejo proceso electoral, ya que Ban Ki-moon había conseguido la reforma de la institución y todo era mucho más ágil. Realmente el personal de la casa se sentía motivado por una cuestión de responsabilidad histórica y la organización era eficaz.

Mas sobre el tema: Naciones Unidas , Ban Ki-moon , 2012
Comentarios
  1. Ban ki moon dimision ( 01/10/2008 01:01:33 )
    Vaya gilipollez de novela. Y zp no hace nada? En cambio el humanista ban ki moon le dam todas las medallas. Vuelva señor Koffi anan, marchese señor ban ki moon
    Anan si 
    Moon no
    Epi si 
    Blas no
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