Una carta de navegación es un instrumento valioso para saber a donde vamos cuando navegamos, pero primero sería conveniente saber en que barco vamos.
En realidad no vamos en un barco sino en una barca. Es una de esas pequeñas barcas de remos donde uno se sienta de espaldas a proa, y con un remo en cada mano avanza lenta y penosamente por el río de la vida.
Mientras estoy remando tengo sobre mi barquita el presente del que hablábamos antes. Ahí es donde uno puede encontrar un pescado para alimentarse o una sensación de vivir. Entre tanto a mi frente se va descubriendo una perspectiva más amplia del río por el que navegamos, es la perspectiva del pasado, He aquí una visión de un pasado material, y majestuoso que es mucho mas rico que el reducido presente que hay sobre la barca. Cuanto más lejano es el pasado, más detalles se pierden detrás de una roca o de un recodo en el camino, pero cuando el pasado es reciente, podemos verlo con nuestros propios ojos, y casi lo confundimos con el presente que llevamos a cuestas sobre la barca.
Pero si tenemos el pasado frente a nuestras narices, ¿que hay detrás de mi? Detrás de la proa, mi barca avanza lentamente hacia lo desconocido, suponemos que el río continúa, y que se parece a la visión que tenemos en frente, y podemos hacer extrañas maniobras y deducciones que nos indiquen el camino, pero siempre, siempre siempre, el futuro está a nuestra espalda detrás de la proa de la barca, y siempre, siempre, siempre, termina en una cascada.... y una cascada es un punto importante en el recorrido, pero de cascadas hablaremos otro rato, los griegos y su opisteia saben mucho de esto. Hoy hay que hablar de navegación, y navegar por un río ofrece un cauce muy estrecho que no se corresponde con las inmensas posibilidades que plantea la vida.
Me gusta más la idea del largo viaje de Kavafis. Un viaje poético lleno de vivencias, lleno de alegrías y tristezas, es un viaje a la isla de Itaca, el viaje se alarga y en el camino te encuentras con muchas personas, con muchas situaciones que te van enseñando lo que es la vida, y al fin, un día, llegas a ver la isla de Itaca,. Esta isla no es como la imaginaste el día que empezaste a soñar en ella, pero con la sabiduría alcanzada en el largo viaje no sientes decepción. Has aprendido lo que quieren decir las itacas...
Itaca fue una excusa fantástica, un objetivo crucial para ponerte en marcha y allí cumplió su función. Sin Itaca seguirías sentado frente al mar. El viaje en si mismo vale más que el objetivo cumplido. De alguna manera, el futuro se manipula para movernos en el presente, pero cuando el futuro llega a transformarse en presente, ninguna de las características que le asignamos cuando era futuro tiene ahora importancia. La única importancia de ese futuro que ha llegado a presente es la que en presente le podemos otorgar, y ahí estamos otra vez en el mundo irracional de las sensaciones.
En Itaca no encuentras todos los tesoros materiales que los oráculos predijeron, pero tienes la sensación de que ha valido la pena, te sientes satisfecho de haber llegado, te embarga la satisfacción y te dispones a gozar de un merecido descanso. Te sientes hecho polvo, pero contento. Esos tesoros no estaban en los planes del viaje, pero son los que de verdad valen la pena, los que deberían movernos, los que nos mueven...
Bien, ya empezamos a saber algo sobre viajes y navegaciones, pero mientras vamos hacia Itaca, o hacia la cascada, ¿cómo nos guiamos? ¿qué fuerza tenemos para dirigir la nave?
Ahí tocamos cuestiones delicadas porque constantemente vamos hacia alguna parte y no siempre sabemos hacia donde. El navegante es un profesional de la navegación con conciencia de capitán de barco y formación especializada, pero para navegar por la vida, nadie me ha dado el cursillo, y pocos tienen conciencia de capitán de barco, La vida está llena de seres que viajan a la deriva. Como dice Vinicius de Moraes, “En este momento los bares están llenos de gentes vacias”, ¡Cuanta razón tiene!
El viento es fuerte y a veces se torna huracanado, o nos desplaza sutilmente de forma apenas perceptible hacia el este. La mar nos gobierna con sus corrientes tranquilas o nos tiraniza con oleajes violentos, mientras sobre esta cáscara de nuez viaja un ser sin conciencia de capitán. El resultado es desastroso, el náufrago terminará naufragando y justificará su naufragio por medio de unos sencillos partes meteorológicos. Los náufragos no supieron que podían haber sido capitanes.
Ser capitán del propio barco no es fácil, uno debe maniobrar con suavidad, fijar el rumbo principal y ver Itaca al fondo. Pero cualquier intento obstinado de ir en linea recta hasta la isla nos puede asegurar la mayor de las frustraciones. Lo normal es que en el camino atravesemos una tormenta, una cascada o quizás varemos sobre un continente buscando el canal de Panamá.
Hay que mirar mas cerca, hay que disfrutar de la brisa aunque la deriva nos lleve por un tiempo hacia el norte. Sería una barbaridad luchar contra esa deliciosa brisa con el único objetivo de convertir nuestra nave en ferrocarril. Hay que luchar firmemente contra la tormenta que nos augura el naufragio, pero hay que buscar un puerto donde resguardarse hasta que salga el sol. Hay que aplicar los cinco sentidos en algunas ocasiones y sentir por los cuatro costados en otras. Es un equilibrio difícil.
Es un equilibrio importante, que no enseñan en ninguna parte. Estamos en una situación clásica en que al estudiante se le explica una y otra vez todos los conceptos que debe aprender, pero nadie le enseña a estudiar, y nadie se plantea enseñarle a aprender. En esta situación el estudiante se agarra aterrorizado a su cáscara de nuez y algunas veces los vientos le llevan hasta el aprobado. Aquí seguimos sin carta de navegación, pero lo grave no es eso, lo grave es que no la encontramos a faltar, lo grave es que no asumimos el rol del capitán y así difícilmente llegaremos a ningún sitio.
De todas formas, si el viaje ha sido placentero, tampoco hay porque preocuparse de donde acaba, pero, claro está, es una pregunta inevitable y algún día había que plantearla. ¿y al llegar a la cascada que pasa?
Antes te diría que la cascada es un hito fundamental del viaje, al que se puede llegar de muchas formas, se puede llegar por sorpresa, se puede ver venir con terror, se puede llegar con la lección sabida, como si se supiera lo que va a pasar, etc.
Yo prefiero llegar con la ilusión con que se llega al punto más alto de las montañas rusas, es decir, voy remando despacio y siento que detrás mio, sobre la proa aparece un murmullo que va subiendo de tono, me ato los cordones de los zapatos, me ajusto las gafas, remo lo suficiente para encarar la barca hacia la zona mas estruendosa y guardo los remos sobre cubierta, afino el oído, dejo todo lo que se puede coger, abro mis ojos al espectáculo de la naturaleza, el fragor de las aguas acelera la barca, entro en un torbellino de luz con un ruido ensordecedor, el agua inunda mis vísceras, siento por los cuatro costados, mientras mis sentidos desaparecen. Al final una profunda inmersión me vacía de toda la película del pasado y queda solo la esencia de mi, en medio de un enorme lago de aguas tranquilas, con un silencio natural. Miro hacia atrás y a pesar de no tener ojos puedo asumir, aprehender, constatar la cascada que ya no es posible remontar. Ahí hay algo, algo desconocido pero maravilloso, aunque sea solo por ser nuevo, y al mismo tiempo esta la esencia de mi.
Habrá que hacer inventario. Casi todo lo he dejado en la cascada, pero ¿que es eso que siento como la esencia de mi? ¿Está ahí mi cerebro? No, no hay nada material en esa esencia, no hay lugar aquí para el tiempo ni para el espacio, aquí las reglas parecen otras, pero sigo sintiéndome yo y puedo intuir que se trata del mismo río, pero no puedo compararlo con la memoria del pasado, porque la memoria ha sido borrada, no hay datos objetivos almacenados en parte alguna de mi esencia, .... Pero... estoy pensando, luego...hay ideas en mi esencia y capacidad para generarlas. Eso no prueba mi existencia en un sentido clásico, pero, paro un instante y siento todo lo que se puede sentir a mi alrededor. No dispongo de órganos sensoriales, pero si de la capacidad de sentir en el más estricto sentido que da paso a los sentimientos. Los sentimientos brotan en el centro de mi esencia y se transmiten de forma incomprensible hacia otros ... Claro!! son otros, esas fuentes de sentimientos en las que uno bebe son otras esencias, esencias de amorosos oseznos, de perfumadas flores, de graníticas piedras.
Empiezo a comprender, este es mi mundo y mi esencia diluida en el agua, circula de espaldas a la cascada, pero mi capacidad de sentir es ahora más elevada, comprendo lo suficiente como para subirme a un nenúfar y contemplar la vida de otro modo. Ya no se trata de pensar en la vida ( acción que me llevaría con suerte a comprenderla), se trata de contemplar en silencio, de ver, oir, sentir lo que pasa, o lo que deja de pasar. Esta contemplación hace que las cosa, las realidades, las ideas, entren en mi ser, pasen a tomar contacto con mi esencia, y en ese momento una fuerza intuitiva me permite levantarme y hacer algo. Tomo el timón y el barco navega con decisión al puerto adecuado.
Algunos piensan que cuando el barco llega al confín de los mares, la vida se termina y se cae en el vacío absoluto. Mi vida no debe diferir significativamente de la suya, porque mientras te estoy contando todo esto sigo estando en el presente y disfruto sobremanera, creando la cascada, retorciéndola y aplastándola sobre este papel, dejando una gota de tinta sobre esta... i.
¿Que mas da si viajas a Itaca? ¿... al confín de los mares?, o ¿... esperas la cascada?. Al fin y al cabo siempre estás en medio de ninguna parte sufriendo o disfrutando de una realidad que se escapa entre los dedos.
En realidad no vamos en un barco sino en una barca. Es una de esas pequeñas barcas de remos donde uno se sienta de espaldas a proa, y con un remo en cada mano avanza lenta y penosamente por el río de la vida.
Mientras estoy remando tengo sobre mi barquita el presente del que hablábamos antes. Ahí es donde uno puede encontrar un pescado para alimentarse o una sensación de vivir. Entre tanto a mi frente se va descubriendo una perspectiva más amplia del río por el que navegamos, es la perspectiva del pasado, He aquí una visión de un pasado material, y majestuoso que es mucho mas rico que el reducido presente que hay sobre la barca. Cuanto más lejano es el pasado, más detalles se pierden detrás de una roca o de un recodo en el camino, pero cuando el pasado es reciente, podemos verlo con nuestros propios ojos, y casi lo confundimos con el presente que llevamos a cuestas sobre la barca.
Pero si tenemos el pasado frente a nuestras narices, ¿que hay detrás de mi? Detrás de la proa, mi barca avanza lentamente hacia lo desconocido, suponemos que el río continúa, y que se parece a la visión que tenemos en frente, y podemos hacer extrañas maniobras y deducciones que nos indiquen el camino, pero siempre, siempre siempre, el futuro está a nuestra espalda detrás de la proa de la barca, y siempre, siempre, siempre, termina en una cascada.... y una cascada es un punto importante en el recorrido, pero de cascadas hablaremos otro rato, los griegos y su opisteia saben mucho de esto. Hoy hay que hablar de navegación, y navegar por un río ofrece un cauce muy estrecho que no se corresponde con las inmensas posibilidades que plantea la vida.
Me gusta más la idea del largo viaje de Kavafis. Un viaje poético lleno de vivencias, lleno de alegrías y tristezas, es un viaje a la isla de Itaca, el viaje se alarga y en el camino te encuentras con muchas personas, con muchas situaciones que te van enseñando lo que es la vida, y al fin, un día, llegas a ver la isla de Itaca,. Esta isla no es como la imaginaste el día que empezaste a soñar en ella, pero con la sabiduría alcanzada en el largo viaje no sientes decepción. Has aprendido lo que quieren decir las itacas...
Itaca fue una excusa fantástica, un objetivo crucial para ponerte en marcha y allí cumplió su función. Sin Itaca seguirías sentado frente al mar. El viaje en si mismo vale más que el objetivo cumplido. De alguna manera, el futuro se manipula para movernos en el presente, pero cuando el futuro llega a transformarse en presente, ninguna de las características que le asignamos cuando era futuro tiene ahora importancia. La única importancia de ese futuro que ha llegado a presente es la que en presente le podemos otorgar, y ahí estamos otra vez en el mundo irracional de las sensaciones.
En Itaca no encuentras todos los tesoros materiales que los oráculos predijeron, pero tienes la sensación de que ha valido la pena, te sientes satisfecho de haber llegado, te embarga la satisfacción y te dispones a gozar de un merecido descanso. Te sientes hecho polvo, pero contento. Esos tesoros no estaban en los planes del viaje, pero son los que de verdad valen la pena, los que deberían movernos, los que nos mueven...
Bien, ya empezamos a saber algo sobre viajes y navegaciones, pero mientras vamos hacia Itaca, o hacia la cascada, ¿cómo nos guiamos? ¿qué fuerza tenemos para dirigir la nave?
Ahí tocamos cuestiones delicadas porque constantemente vamos hacia alguna parte y no siempre sabemos hacia donde. El navegante es un profesional de la navegación con conciencia de capitán de barco y formación especializada, pero para navegar por la vida, nadie me ha dado el cursillo, y pocos tienen conciencia de capitán de barco, La vida está llena de seres que viajan a la deriva. Como dice Vinicius de Moraes, “En este momento los bares están llenos de gentes vacias”, ¡Cuanta razón tiene!
El viento es fuerte y a veces se torna huracanado, o nos desplaza sutilmente de forma apenas perceptible hacia el este. La mar nos gobierna con sus corrientes tranquilas o nos tiraniza con oleajes violentos, mientras sobre esta cáscara de nuez viaja un ser sin conciencia de capitán. El resultado es desastroso, el náufrago terminará naufragando y justificará su naufragio por medio de unos sencillos partes meteorológicos. Los náufragos no supieron que podían haber sido capitanes.
Ser capitán del propio barco no es fácil, uno debe maniobrar con suavidad, fijar el rumbo principal y ver Itaca al fondo. Pero cualquier intento obstinado de ir en linea recta hasta la isla nos puede asegurar la mayor de las frustraciones. Lo normal es que en el camino atravesemos una tormenta, una cascada o quizás varemos sobre un continente buscando el canal de Panamá.
Hay que mirar mas cerca, hay que disfrutar de la brisa aunque la deriva nos lleve por un tiempo hacia el norte. Sería una barbaridad luchar contra esa deliciosa brisa con el único objetivo de convertir nuestra nave en ferrocarril. Hay que luchar firmemente contra la tormenta que nos augura el naufragio, pero hay que buscar un puerto donde resguardarse hasta que salga el sol. Hay que aplicar los cinco sentidos en algunas ocasiones y sentir por los cuatro costados en otras. Es un equilibrio difícil.
Es un equilibrio importante, que no enseñan en ninguna parte. Estamos en una situación clásica en que al estudiante se le explica una y otra vez todos los conceptos que debe aprender, pero nadie le enseña a estudiar, y nadie se plantea enseñarle a aprender. En esta situación el estudiante se agarra aterrorizado a su cáscara de nuez y algunas veces los vientos le llevan hasta el aprobado. Aquí seguimos sin carta de navegación, pero lo grave no es eso, lo grave es que no la encontramos a faltar, lo grave es que no asumimos el rol del capitán y así difícilmente llegaremos a ningún sitio.
De todas formas, si el viaje ha sido placentero, tampoco hay porque preocuparse de donde acaba, pero, claro está, es una pregunta inevitable y algún día había que plantearla. ¿y al llegar a la cascada que pasa?
Antes te diría que la cascada es un hito fundamental del viaje, al que se puede llegar de muchas formas, se puede llegar por sorpresa, se puede ver venir con terror, se puede llegar con la lección sabida, como si se supiera lo que va a pasar, etc.
Yo prefiero llegar con la ilusión con que se llega al punto más alto de las montañas rusas, es decir, voy remando despacio y siento que detrás mio, sobre la proa aparece un murmullo que va subiendo de tono, me ato los cordones de los zapatos, me ajusto las gafas, remo lo suficiente para encarar la barca hacia la zona mas estruendosa y guardo los remos sobre cubierta, afino el oído, dejo todo lo que se puede coger, abro mis ojos al espectáculo de la naturaleza, el fragor de las aguas acelera la barca, entro en un torbellino de luz con un ruido ensordecedor, el agua inunda mis vísceras, siento por los cuatro costados, mientras mis sentidos desaparecen. Al final una profunda inmersión me vacía de toda la película del pasado y queda solo la esencia de mi, en medio de un enorme lago de aguas tranquilas, con un silencio natural. Miro hacia atrás y a pesar de no tener ojos puedo asumir, aprehender, constatar la cascada que ya no es posible remontar. Ahí hay algo, algo desconocido pero maravilloso, aunque sea solo por ser nuevo, y al mismo tiempo esta la esencia de mi.
Habrá que hacer inventario. Casi todo lo he dejado en la cascada, pero ¿que es eso que siento como la esencia de mi? ¿Está ahí mi cerebro? No, no hay nada material en esa esencia, no hay lugar aquí para el tiempo ni para el espacio, aquí las reglas parecen otras, pero sigo sintiéndome yo y puedo intuir que se trata del mismo río, pero no puedo compararlo con la memoria del pasado, porque la memoria ha sido borrada, no hay datos objetivos almacenados en parte alguna de mi esencia, .... Pero... estoy pensando, luego...hay ideas en mi esencia y capacidad para generarlas. Eso no prueba mi existencia en un sentido clásico, pero, paro un instante y siento todo lo que se puede sentir a mi alrededor. No dispongo de órganos sensoriales, pero si de la capacidad de sentir en el más estricto sentido que da paso a los sentimientos. Los sentimientos brotan en el centro de mi esencia y se transmiten de forma incomprensible hacia otros ... Claro!! son otros, esas fuentes de sentimientos en las que uno bebe son otras esencias, esencias de amorosos oseznos, de perfumadas flores, de graníticas piedras.
Empiezo a comprender, este es mi mundo y mi esencia diluida en el agua, circula de espaldas a la cascada, pero mi capacidad de sentir es ahora más elevada, comprendo lo suficiente como para subirme a un nenúfar y contemplar la vida de otro modo. Ya no se trata de pensar en la vida ( acción que me llevaría con suerte a comprenderla), se trata de contemplar en silencio, de ver, oir, sentir lo que pasa, o lo que deja de pasar. Esta contemplación hace que las cosa, las realidades, las ideas, entren en mi ser, pasen a tomar contacto con mi esencia, y en ese momento una fuerza intuitiva me permite levantarme y hacer algo. Tomo el timón y el barco navega con decisión al puerto adecuado.
Algunos piensan que cuando el barco llega al confín de los mares, la vida se termina y se cae en el vacío absoluto. Mi vida no debe diferir significativamente de la suya, porque mientras te estoy contando todo esto sigo estando en el presente y disfruto sobremanera, creando la cascada, retorciéndola y aplastándola sobre este papel, dejando una gota de tinta sobre esta... i.
¿Que mas da si viajas a Itaca? ¿... al confín de los mares?, o ¿... esperas la cascada?. Al fin y al cabo siempre estás en medio de ninguna parte sufriendo o disfrutando de una realidad que se escapa entre los dedos.